Publico esta serie fotográfica porque estimo que reviste varios aspectos de interés y de distinto calado.
Se trata del desfile procesional de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno en la mañana del Viernes Santo de 1963, que cayó ese año el 12 de abril. Para ser aun más concreto, ya sería bien avanzada la mañana, pues estas fotografías están hechas desde un balcón de la casa en la que se ubicaba la antigua oficina de Correos, en el número 12 de la calle El Peso.
A propósito de la ubicación, es de destacar que se puede apreciar parte del desaparecido comercio “Galería del Mueble”, de José María García, que muchos lucentinos recordaremos como un referente destacado en aquella época de la incipiente industria (o quizá hablaríamos mejor de “artesanía” en aquel entonces) del mueble lucentino, junto con el también desaparecido de “Muebles Osuna”.
Asimismo, permite apreciar algunas fachadas y elementos arquitectónicos característicos como cancelas y ventanales que hoy añoramos.
Pero obviamente, el mayor atractivo de la serie reside en el propio desfile procesional, del que me limitaré a comentar algunos aspectos, seguro de que muchos de los lucentinos que veis estas fotos estáis más capacitados que yo para comentar otros detalles sobre el tema y enriqueceréis con vuestras aportaciones este pequeño álbum, tanto más aquéllos de vosotros que a buen seguro recordáis con agrado o nostalgia aquellos días, y aun más los que en estas fotos os reconocéis a vosotros mismos o a algún familiar o amigo.
Por mi parte, empezaré destacando la ocasión de poder contemplar los antiguos “tronos” de estos pasos que, aun siendo bellos, eran más humildes que los que esta Cofradía ostentan en la actualidad. Y pienso no ya sólo en el relativo valor histórico que dicho detalle confiere a estas fotos en relación con nuestra tradicional Semana Santa, sino también en el descubrimiento que para las jóvenes generaciones puede suponer contemplar los pasos de esta Cofradía de una manera distinta a como los jóvenes los han visto siempre.
Hay también lugar en una de las fotos para reconocer tras el paso de Jesús esa sección del cortejo que componen ese nutrido grupo de mujeres penitentes totalmente de negro, velo sobre el rostro incluido, con corona de espinas sobre sus sienes y y pequeña cruz de madera, que cumplen de esta manera alguna promesa o ahondan así en su plegaria. Siempre sentí un profundo respeto y ternura por estas mujeres en su aflicción.
Y por otro lado, me permitiré una observación -reconozco que cogida “por los pelos”- que implica una crítica constructiva. Dejando a un lado el tema de la santería, que con razón incontables voces más autorizadas que la nuestra pueden analizar y exaltar en su constitución, estética y valores, entrevemos apenas en una de estas fotos una mínima muestra de lo que es el inveterado desorden que preside por lo general nuestros desfiles procesionales con las muy honrosas excepciones que los lucentinos discernimos. A este desorden contribuyen en distinto grado todos los concelebrantes del evento, tanto los que participan en el cortejo como los que a él asisten como meros espectadores con patente de corso para irrumpir y cruzar por medio, y eso si es que no se les antoja detenerse y pegar la hebra con algunos conocidos entre cirios devotos o “mantillas”. Quizá convengamos que cada lugar tiene su manera propia que imprime carácter a este tipo de manifestaciones populares y que esto es algo que permite gustar de manera distinta de los desfiles procesionales de Castilla o de Andalucía, o que nuestra idiosincrasia nos aleja del carácter casi marcial de las procesiones cartageneras. Pero creemos que de un poquito más de rigor en la marcha de los desfiles y evitar en lo razonable los excesos bullangueros saldría beneficiada nuestra Semana Santa.
Y por último, con la perspectiva que confieren los ¡cincuenta años! que han pasado desde el momento en que se hicieron estas fotos hasta el momento en que se escriben estas breves líneas, no podemos menos que reconocer que hay algo de eterno que, a pesar de nosotros mismos, aflora en estas imágenes. No se si me explico…
Publico esta serie fotográfica porque estimo que reviste varios aspectos de interés y de distinto calado.
Se trata del desfile procesional de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno en la mañana del Viernes Santo de 1963, que cayó ese año el 12 de abril. Para ser aun más concreto, ya sería bien avanzada la mañana, pues estas fotografías están hechas desde un balcón de la casa en la que se ubicaba la antigua oficina de Correos, en el número 12 de la calle El Peso.
A propósito de la ubicación, es de destacar que se puede apreciar parte del desaparecido comercio “Galería del Mueble”, de José María García, que muchos lucentinos recordaremos como un referente destacado en aquella época de la incipiente industria (o quizá hablaríamos mejor de “artesanía” en aquel entonces) del mueble lucentino, junto con el también desaparecido de “Muebles Osuna”.
Asimismo, permite apreciar algunas fachadas y elementos arquitectónicos característicos como cancelas y ventanales que hoy añoramos.
Pero obviamente, el mayor atractivo de la serie reside en el propio desfile procesional, del que me limitaré a comentar algunos aspectos, seguro de que muchos de los lucentinos que veis estas fotos estáis más capacitados que yo para comentar otros detalles sobre el tema y enriqueceréis con vuestras aportaciones este pequeño álbum, tanto más aquéllos de vosotros que a buen seguro recordáis con agrado o nostalgia aquellos días, y aun más los que en estas fotos os reconocéis a vosotros mismos o a algún familiar o amigo.
Por mi parte, empezaré destacando la ocasión de poder contemplar los antiguos “tronos” de estos pasos que, aun siendo bellos, eran más humildes que los que esta Cofradía ostentan en la actualidad. Y pienso no ya sólo en el relativo valor histórico que dicho detalle confiere a estas fotos en relación con nuestra tradicional Semana Santa, sino también en el descubrimiento que para las jóvenes generaciones puede suponer contemplar los pasos de esta Cofradía de una manera distinta a como los jóvenes los han visto siempre.
Hay también lugar en una de las fotos para reconocer tras el paso de Jesús esa sección del cortejo que componen ese nutrido grupo de mujeres penitentes totalmente de negro, velo sobre el rostro incluido, con corona de espinas sobre sus sienes y y pequeña cruz de madera, que cumplen de esta manera alguna promesa o ahondan así en su plegaria. Siempre sentí un profundo respeto y ternura por estas mujeres en su aflicción.
Y por otro lado, me permitiré una observación -reconozco que cogida “por los pelos”- que implica una crítica constructiva. Dejando a un lado el tema de la santería, que con razón incontables voces más autorizadas que la nuestra pueden analizar y exaltar en su constitución, estética y valores, entrevemos apenas en una de estas fotos una mínima muestra de lo que es el inveterado desorden que preside por lo general nuestros desfiles procesionales con las muy honrosas excepciones que los lucentinos discernimos. A este desorden contribuyen en distinto grado todos los concelebrantes del evento, tanto los que participan en el cortejo como los que a él asisten como meros espectadores con patente de corso para irrumpir y cruzar por medio, y eso si es que no se les antoja detenerse y pegar la hebra con algunos conocidos entre cirios devotos o “mantillas”. Quizá convengamos que cada lugar tiene su manera propia que imprime carácter a este tipo de manifestaciones populares y que esto es algo que permite gustar de manera distinta de los desfiles procesionales de Castilla o de Andalucía, o que nuestra idiosincrasia nos aleja del carácter casi marcial de las procesiones cartageneras. Pero creemos que de un poquito más de rigor en la marcha de los desfiles y evitar en lo razonable los excesos bullangueros saldría beneficiada nuestra Semana Santa.
Y por último, con la perspectiva que confieren los ¡cincuenta años! que han pasado desde el momento en que se hicieron estas fotos hasta el momento en que se escriben estas breves líneas, no podemos menos que reconocer que hay algo de eterno que, a pesar de nosotros mismos, aflora en estas imágenes. No se si me explico…