…Allí estabas y no estabas en Lucena. Tenías las puertas abiertas por si querías cambiar. Eran tiempos de emigración, de poner esperanzas fuera del pueblo, tan dormido entonces. Se veían llegar los trenes que podían ir a Madrid o Barcelona, el coche de Aguilar, y el de Correos subiendo la cuesta de la Estación, quizás con maletas de madera en la baca y caras tristes en su interior. Te entraban ganas de moverte y hacer algo. Quizás por eso estudiaste tanta Filosofía aquel verano de 1959, bajo la imagen del Corazón de Jesús, que parecía mirarte con comprensión. Tenías que acabar Magisterio y después plantearte otros estudios. Lo que no sospechabas era que doce años más tarde se cumplirían tus sueños, y eso te llevaría a dejar tu pueblo para vivir el complejo Madrid del último franquismo…
…Allí estabas y no estabas en Lucena. Tenías las puertas abiertas por si querías cambiar. Eran tiempos de emigración, de poner esperanzas fuera del pueblo, tan dormido entonces. Se veían llegar los trenes que podían ir a Madrid o Barcelona, el coche de Aguilar, y el de Correos subiendo la cuesta de la Estación, quizás con maletas de madera en la baca y caras tristes en su interior. Te entraban ganas de moverte y hacer algo. Quizás por eso estudiaste tanta Filosofía aquel verano de 1959, bajo la imagen del Corazón de Jesús, que parecía mirarte con comprensión. Tenías que acabar Magisterio y después plantearte otros estudios. Lo que no sospechabas era que doce años más tarde se cumplirían tus sueños, y eso te llevaría a dejar tu pueblo para vivir el complejo Madrid del último franquismo…
Antonio Roldán Martinez