texto: Antonio Luis Gómez Molero
foto: D. José Mª Tenllado Bujalance
3 Comentarios
admin
el 19/05/2014 a las 13:11
NOÉ ENTERRADO BAJO LA IGLESIA DE SAN MATEO
No hay una Lucena, hay infinidad de ellas. Cada uno tiene la suya propia y a lo largo de los siglos se han ido superponiendo unas sobre otras. En su momento fueron tomadas por algo sólido e indiscutible, pero el tiempo ha demostrado que, como el resto de las cosas, no eran más que ilusiones (mayormente) ópticas. La Lucena en la que yo he vivido, y por la que aún sigo transitando casi a diario, a eso del atardecer, tiene mucho que ver con el olor del aceite que viene del Molino que había en la Calzada, o con el del serrín a la altura ya del Puente de San Juan, con el espasmo de frío y excitación que producía saltar sobre los charcos que una ausencia feliz de asfalto desparramó por calles, aceras y plazas.
Tiene esa Lucena un diseño irregular, minado de sueños, fabricado con las leyendas de túneles que van del castillo a la Era el Santo que me contaba una vieja inválida y con frases oídas al azar en conversaciones de mayores: «Lucena está hueca por dentro…»
Para un niño no existen leyendas, sino una realidad mágica y portentosa. Y la Maldita que habita en los pozos, lo mismo que los martinillos que acechan en los cortijos abandonados, de La Pachá o Tocapalillos, son tan reales como la existencia misma de la iglesia de San Mateo o la historia del párroco que vendió sus campanas…
Quizá lo de Noé sea una leyenda, pero eso no le quita un ápice de realidad al asunto. Vivimos en un mundo mucho más imaginario de lo que nos atrevemos a pensar… Un mundo hecho de fe. Por fe miramos las noticias y creemos que sabemos lo que está ocurriendo en el mundo. Por fe elegimos a nuestros representantes políticos, compramos viviendas a plazos, hacemos planes…, y criamos nuestros hijos en un mundo que sólo la fe (una fe ciega y carbonera) nos permite creer que va a aguantar un par de asaltos más, los suficientes para regalarles un futuro. Vivimos de cuentos y leyendas varias. Unos cuentos nos dicen lo que somos, lo que queremos creer que somos, y otros nos explican el mundo. Con el tiempo hemos variado el contenido, pero nunca el hecho de crear y creer leyendas. Es la última, quizá la única libertad de que disponemos, elegir nuestras leyendas, por eso a mí siempre me parecerá más bonita y verdadera la que cuenta que el borrachín de Noé yace debajo de una parra en la barriga oscura de la Iglesia de San Mateo, en Debla, que la de que en un pueblo llamado Lucena hay más coches que en Roma.
Muy buena tu opinión amigo. Yo soy de Lucena y me encanta todos esos rumores místicos que la rodean. He visto las cuevas de aquí, y el potencial que esconden debe ser enorme… En fin un placer saber de alguien enterado en estos temas. Un saludo!!
NOÉ ENTERRADO BAJO LA IGLESIA DE SAN MATEO
No hay una Lucena, hay infinidad de ellas. Cada uno tiene la suya propia y a lo largo de los siglos se han ido superponiendo unas sobre otras. En su momento fueron tomadas por algo sólido e indiscutible, pero el tiempo ha demostrado que, como el resto de las cosas, no eran más que ilusiones (mayormente) ópticas. La Lucena en la que yo he vivido, y por la que aún sigo transitando casi a diario, a eso del atardecer, tiene mucho que ver con el olor del aceite que viene del Molino que había en la Calzada, o con el del serrín a la altura ya del Puente de San Juan, con el espasmo de frío y excitación que producía saltar sobre los charcos que una ausencia feliz de asfalto desparramó por calles, aceras y plazas.
Tiene esa Lucena un diseño irregular, minado de sueños, fabricado con las leyendas de túneles que van del castillo a la Era el Santo que me contaba una vieja inválida y con frases oídas al azar en conversaciones de mayores: «Lucena está hueca por dentro…»
Para un niño no existen leyendas, sino una realidad mágica y portentosa. Y la Maldita que habita en los pozos, lo mismo que los martinillos que acechan en los cortijos abandonados, de La Pachá o Tocapalillos, son tan reales como la existencia misma de la iglesia de San Mateo o la historia del párroco que vendió sus campanas…
Quizá lo de Noé sea una leyenda, pero eso no le quita un ápice de realidad al asunto. Vivimos en un mundo mucho más imaginario de lo que nos atrevemos a pensar… Un mundo hecho de fe. Por fe miramos las noticias y creemos que sabemos lo que está ocurriendo en el mundo. Por fe elegimos a nuestros representantes políticos, compramos viviendas a plazos, hacemos planes…, y criamos nuestros hijos en un mundo que sólo la fe (una fe ciega y carbonera) nos permite creer que va a aguantar un par de asaltos más, los suficientes para regalarles un futuro. Vivimos de cuentos y leyendas varias. Unos cuentos nos dicen lo que somos, lo que queremos creer que somos, y otros nos explican el mundo. Con el tiempo hemos variado el contenido, pero nunca el hecho de crear y creer leyendas. Es la última, quizá la única libertad de que disponemos, elegir nuestras leyendas, por eso a mí siempre me parecerá más bonita y verdadera la que cuenta que el borrachín de Noé yace debajo de una parra en la barriga oscura de la Iglesia de San Mateo, en Debla, que la de que en un pueblo llamado Lucena hay más coches que en Roma.
Antonio Luis Gómez Molero
Muy buena tu opinión amigo. Yo soy de Lucena y me encanta todos esos rumores místicos que la rodean. He visto las cuevas de aquí, y el potencial que esconden debe ser enorme… En fin un placer saber de alguien enterado en estos temas. Un saludo!!
Pues la verdad es que si, yo tb las he visto, están genial